Un grupo masivo de fieles creyentes, embriagado bajo las letras de cánticos sagrados, y levantando juntos un ambiente de penetrante culto, se reunió la noche del último viernes santo, en Trumps (Lisboa), el que ahora es su templo de adoración. Ese día Jesucristo no había muerto torturado en ninguna cruz. Nadie estaba de luto, por lo que las prendas, lejos de ser negras y fúnebres, eran de unos colores igual de intensos y vibrantes que los brillos que adornaban sus ojos. Nadie recordaba a aquel hombre que había muerto y resucitado al tercer día. Esa noche, en Trumps, donde la carne y los cuerpos se hacían uno, solo existía una Diosa: se llamaba Lexa, era negra y su único mandamiento era olvidarse de lo malo del mundo a través del drag.
Los creyentes sabían que tenían una cita con su Diosa esa
noche. Antes de que Lexa se eleve en el escenario, quienes practicaban su
religión se habían preparado con los antiguos y nuevos testamentos de Gaga,
Petras, Madonna y otras vírgenes no vírgenes. Mientras se acercaba la hora de
aquel contacto humano-divino que los trajo hasta el templo, cada uno daba una
ofrenda en la pista de baile, que iba de la mano con el sufrimiento de moverse
frenéticamente sobre unas botas negras que parecían no tener fin y, claro,
entre ellos se daban la paz, mientras se pasaban el rush. Esa noche,
la paz no se le negaba a nadie.
La hora de su llegada estaba cada vez más cerca. Las luces
cambiaron, y un rojo intenso cubrió todo el templo. Desde lo lejos, donde se
mezclaba el agua y el vino, se escuchaba como una de las 12 apósteles anunciaba
que su madre llegaría a salvarlos a todos de sus pecados. Tras el anuncio, los
fieles creyentes se reunieron formando una media luna. En ese momento se
olvidaron de que eran hermanos: parecían unos animales salvajes tratando de
estar en primera fila para tocar a su salvadora. Cuando ya todos estaban reunidos,
se sintió un largo silencio sepulcral, que, de inmediato, fue bruscamente
interrumpido por la potente entrada de Lexa.
Los creyentes gritaron hasta quedarse sin voz y Lexa les
prometió que esa noche no existían los pecados. Todos aplaudieron con los dedos
y con sus miradas frenéticas le rogaron que los mate y los haga revivir, una y
otra vez.
Lexa inició con Bad Romance, un cántico proveniente
de The Fame Monster, el antiguo testamento de Gaga. Los creyentes
enloquecieron y con sus cuerpos, miradas y almas le dijeron a su Diosa que
vivían en una comunidad que ya estaba acostumbrada al dolor.
Pero al menos, solo por esa noche, Lexa llegó para
salvarlos.
Este es mi texto favorito de tu autoría. Capturaste cada detalle de la noche, me encantó!
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