La actual pandemia, causada por la devastadora COVID-19, desató caos en todos los aspectos y funcionamiento de nuestro país. Estos últimos meses los temas que se apoderaron de los titulares- causando miedo colectivo- fueron sobre los miles de muertos, estadística mayor a la de muertos en manos de Sendero Luminoso, la falta de empatía ciudadana, el precario sistema de salud de nuestro país, el desempleo, la pobreza y, sobre todo, la economía del país, que se ha visto radicalmente golpeada por la situación sanitaria mundial.
Se habla de una caída del PBI entre el 5-
20%-se estima que la recuperación de nuestro PBI per capita tomaría
hasta 2 años en restaurarse-, y de un aumento de la pobreza entre el 5- 10%,
pues son miles los trabajadores, tanto formales como informales, que han
perdido su trabajo. La informalidad reina en nuestro país y según RPP, la tasa
de empleo informal equivale al 66% del total de trabajadores en el área urbana,
alrededor de 8 millones 646 mil 200 peruanos, que viven
de la informalidad, han dejado de trabajar. Los subsidios directos por un
tiempo determinado serían la salvación para controlar los niveles de pobreza.
El turismo, gran fuente
de ingresos y sector potencia de nuestro país, se ha visto golpeado por la
COVID-19, en estos tiempos su oferta de empleo está congelada. En contraste,
los supermercados se han visto favorecidos, pues la demanda de los artículos de
limpieza y alimentos se amplió considerablemente. El mercado limeño cayó y se
fue recuperando, pero la recuperación total llegará cuando haya un tratamiento
que controle tenazmente al virus.
No todo el escenario es desalentador, pues un 25% de la población aún tiene empleos e ingresos fijos, esta clase debe adoptar un comportamiento de compra austero, típico de una recesión. Por su parte, el gran reto que debe afrontar el Estado radica en cambiar su esencia institucional. El Perú, en estos momentos, necesita un Estado fuerte y protector que permita que los mercados funcionen, no obstante, los ciudadanos también deben aportar para que la cadena de pagos no se rompa. El Estado y su pueblo deben trabajar codo a codo para reactivar la economía del país.
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