Alejarse de la Iglesia le salvó la vida a Lucía. Y no dudó en decírselo al Sumo Pontífice cuando lo tuvo en frente.
El largometraje de
Star +, producido por Jordi Évole y Márius Sanchez, es una suerte de apertura al debate entre la institución religiosa y la sociedad contemporánea. Los protagonistas
son el Papa Francisco y un grupo de jóvenes que trataron temas como el aborto, el
abuso de la Iglesia Católica, la comunidad LGTBQ+, la
pornografía y el machismo.
Entre los participantes,
había una peruana, que alguna vez fue monja.
Lucía Zegarra-Ballón,
ahora psicóloga con enfoque de trauma, ingresó a un centro de formación —conocido
popularmente como convento —
a los 18 años. Pero desde los 16, mientras seguía en el colegio, recibió formación eclesiástica.
“Me prohibieron
contarles a mis padres porque dijeron que era algo secreto, que no iban a
entender y que luego yo podría tener recursos para enfrentarme a ellos, ya que se iban a oponer”.
Lucía regaló todas
las cosas que la ataban a Arequipa y se mudó a Lima para enlistarse al
noviciado. Solo resistió seis meses: “Le dije a la superiora que tenías ganas
de matarme, y me contestó que no podía pensar eso porque era pecado".
Nueve años después,
recuerda al interior del convento como un espacio “terrorífico, tétrico, donde
los momentos de disfrute eran muy limitados, se sacrificaban las propias
emociones y no se podía conversar ni abrazar”.
¿Por
qué crees que dentro de las congregaciones está prohibido el contacto
humano?
Ahora como psicóloga creo que lo que busca es anular la realidad emocional y cognitiva de una persona. Cuando alguien llega al punto de haber estado expuesto a tanta violencia ya no sabe que piensa o si lo que siente está justificado.
Este espacio de aislamiento es perfecto para crear eso. Por eso, es muy importante para todos estos movimientos religiosos aislar a la persona para trabajarla hasta que defienda estas prácticas. Además, tienes un argumento súper fuerte para no irte: Dios. Entonces, no solo anulas tu juicio sino también estás salvándote, y cualquier cosa justificará que salves tu alma.
Las
cadenas no están en las puertas, sino en la mente.
Totalmente.
Después de vivir
el abuso eclesiástico en carne propia, Lucía —al igual que tres de cada cinco jóvenes
cristianos, según información de la investigación del Grupo Barna — se alejó de la Iglesia.
¿Crees
que el documental del Papa acercó a la gente a la Iglesia o la alejó todavía
más?
Creo que depende
de la perspectiva desde la que veamos esto. Si sacamos del mapa a estos grupos
religiosos ultraconservadores, fanáticos y sus discursos violentos, creo que
pudo haber un mensaje positivo. Sin embargo, es un mensaje hipócrita porque en la
práctica no funciona.
No podemos hablar de una iglesia inclusiva que habla de recibir a todos, pero unos son pecadores. Incluso se lo dije al Papa en el debate del aborto, pues me llamaba mucho la atención que ya se culpabilice a una mujer que aborta y se haga el paralelo con el sicariato. Pero el problema de la iglesia es que no ve personas, sino etiquetas.
De acuerdo con lo
que Lucía escuchó en el documental, el Sumo Pontífice tiene ideas machistas que
reducen a las mujeres en un útero y una vulva.
Alejandra Ramírez (participante argentina): ¿Se imagina Ud.que algún día una mujer ocupe su puesto? ¿Qué lo impide?
Papa
Francisco: En el ministerio están los hombres, en
la maternalidad están las mujeres. La promoción de la mujer va en la línea de
su propia vocación de mujer, no en un machismo ministerial.
A.R: ¿Entonces
tampoco sería posible que una mujer sea sacerdote?
No. Detrás de tu afán
de promoción estás mostrando, no te enojes, visión machista, porque te
acompleja que la mujer no pueda ser sacerdote, ¿te das cuenta?
En
el documental, le mencionaste al Papa que salir de la Iglesia fue lo mejor que
te pasó.
Cuando salí de la casa de formación estaba muy mal: tenía depresión y mucha ansiedad. Si yo no salía de la casa de formación me podía morir. Tanto así, que el médico que me atendió me dijo que me podía dar cáncer, o cualquier otra cosa si no salía de ese lugar. Salvé mi vida.
Fue un proceso muy largo recuperarme de lo que había pasado ahí. La decisión final es que yo decido dejar de ser católica también. Y una de las mejores decisiones que tomé fue dejar el catolicismo porque siento que (…) me convierto en una persona que es lo que es sin caer en tabúes, limitaciones y culpas.
¿Crees
que la Iglesia tiene la intención de cambiar?
Creo que la iglesia ha prosperado en base a violencia y, por lo tanto, no puede liberarse de ella. Se extinguirá en su ley.
Sin embargo, para Lucía, el documental tendrá el poder de influir positivamente en la sociedad. Asimismo, considera un gran avance que se ponga sobre la mesa católica cuestiones que pueden ser mal vistas.
Una
oración por la salud mental
Lucía no participó
en la creación audiovisual de Évole y Márius Sanchez con la expectativa de
reconvertirse al catolicismo. Al contrario, vio este espacio como una forma de
visibilizar la violencia psicológica que alcanza a la formación eclesiástica.
“Los abusos
empiezan desde el guiamiento espiritual. La premisa es que tienes que ser 100%
transparente, no puedes guardar nada”
Lucía narra que
toda esa información se direccionaba únicamente a las guías espirituales, las
cuales no estarían capacitadas para desempeñar una escucha psicológica
responsable.
“Ahora como psicóloga
veo a quien puedo escuchar y a quienes no por no tener la experiencia o respaldo
para atender historias muy complejas. Pero ella no. Recibía a quien sea”.
Suena
a negligencia.
Lo que se conversaba
con la guía espiritual debía hablarse con una psicóloga. Varias veces llegué
con síntomas de depresión y ansiedad que ahora reconozco (…) pero no podía
pensar en eso porque era un pecado.
Si voy a recibir
el testimonio o la experiencia de otra persona debo asumir una responsabilidad y,
en ese caso, no la hubo.
***
Lucía llegó a Roma sin saber bien cómo.
Una amiga suya,
abogada feminista, le comentó que los productores estaban buscando activistas
por los derechos humanos, personas vinculadas a la violencia de género, etc.
Ella cumplía con
el papel y aceptó participar. En el documental, los participantes fueron
seleccionados según su relación con los temas que se buscaban tocar en el largometraje.
En ese sentido, los 10 jóvenes sabían cuáles eran los temas que abordar, pero
tenían libertad de fluir a su ritmo.
Así fue que Lucía visitó Roma por una segunda oportunidad. Esta vez, siendo una persona que sanó del dolor, conoció el amor genuino y denunció, desde afuera, el
circulo de violencia que “salva almas”.
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