Ir al contenido principal

Figurilla de barro



César Acuña Peralta, todos lo conocemos, es el hombre más poderoso del Norte, el charlatán más gracioso de los medios, el político más corrupto. Tiene 63 años, el pasar del tiempo se refleja en el boceto de su rostro, apergaminado, escabroso, áspero. La naturaleza no ha sido generosa con este hombre, podrido por dentro, le proporcionó un semblante feo, sin carisma, una pequeña estatura que lo hace ver como una insignificante figurilla, una figurilla de barro que enloda todo lo que toca, y una personalidad aterradora, capaz de robarse las carcajadas de algunos y especialista en despertar los diablos azules de todos. Su arrogancia y altanería despiertan en los peruanos una ira parecida a la que nació en la calle Tarata en el año 1992.

Todo el que le ve recibe la impresión de un hombre corriente, su presencia no intimida, su ademán no impone fuerza ni autoridad; los matices de su rostro lo dibujan como un viejo agricultor, un hombre que vive del campo, cuyas ojeras marcadas, bien definidas, profundas, y su tez trigueña, amarronada, expuesta y desgastada, son la herencia que dejan los arduos días de trabajo bajo el potente sol y la caprichosa tierra que se desplaza por sus pequeñas y arrugadas manos.

La cabeza de este hombre es pequeña, cuadrada en la coronilla y de un aspecto oval en la parte inferior de la mandíbula. Sus cabellos son largos, pero parecen estar controlados por un frenético peine que siempre los coloca en su lugar, construyendo una raya al costado que parece una ola; a veces brillan como el metal de plata, o se forma una mixtura, una paleta de colores grises, blancos y débiles negros. Bajo su frente, que es perpendicular y ancha, se encuentran sus cejas, poco pobladas, de un arco delineado que parece una pipa y un débil color gris que hace juego con sus cabellos.

Bajo sus cejas, que son volátiles y cambian su delineado contorno cuando sonríe o frunce el ceño, descansan sus ojos, de un fuerte color negro como el carbón mineral, cuyas pupilas son casi imposibles de apreciar en esas dos pequeñas rocas sedimentarias. Entre estos dos agujeros negros destaca su tosca nariz, grande y gruesa, con unas amplias fosas nasales, que se sobresaltan cuando lo intervienen con alguna pregunta que lo ponga en apuros, y una punta redondeada que alberga un gran bulto imposible de esconder.

Su fina boca es el elemento más peculiar de todo su rostro, pues de esta pequeña cavidad, adornada de unos delgados labios, se emiten comentarios inoportunos, mentiras descaradas, insultos vulgares: capaces de hacer llorar a hermosas mujeres, madres amorosas, a los “amores de su vida”. Habla con seguridad, como si lo que dijera es correcto, moviendo las manos constantemente, apuntando con el dedo, parece como si inconscientemente quisiera centrar la atención en sus movimientos, para que sus comentarios desligados de la lógica queden en segundo plano y no sean intervenidos con alguna pregunta que no sepa responder.

 César Acuña se jacta de su fantasmagórica superación personal, de sus supuestos logros; se proyecta a sí mismo como un ídolo, un ejemplo a seguir: un peruano de origen humilde, un hombre de raza distinta, un emprendedor que no les puso límites a sus sueños y luchó por salir adelante; sin embargo, esta imagen es lejana a la realidad por cada plagio, cada mentira, cada insulto, cada fraude, por todos esos acontecimientos que han bañado su reputación de fango. Este hombre se muestra como ídolo de oro, cuando en verdad es una figurilla de barro.

                                                                                                                       

Comentarios

Entradas populares de este blog

Encuentro divino

Un grupo masivo de fieles creyentes, embriagado bajo las letras de cánticos sagrados, y levantando juntos un ambiente de penetrante culto, se reunió la noche del último viernes santo, en Trumps (Lisboa), el que ahora es su templo de adoración. Ese día Jesucristo no había muerto torturado en ninguna cruz. Nadie estaba de luto, por lo que las prendas, lejos de ser negras y fúnebres, eran de unos colores igual de intensos y vibrantes que los brillos que adornaban sus ojos. Nadie recordaba a aquel hombre que había muerto y resucitado al tercer día. Esa noche, en Trumps, donde la carne y los cuerpos se hacían uno, solo existía una Diosa: se llamaba Lexa y su único mandamiento era olvidarse de lo malo del mundo a través del drag . Los creyentes sabían que tenían una cita con su Diosa esa noche. Antes de que Lexa se eleve en el escenario, quienes practicaban su religión se habían preparado con los antiguos y nuevos testamentos de Gaga, Petras, Madonna y otras vírgenes no vírgenes. Mientras...

Alberto Ísola: “Me sorprende que no nos hayan acusado de apología al terrorismo por Los Argonautas”

  En el Perú de hoy, un artista puede ganarse el título de “terrorista”. Pero la tendencia a incurrir en la figura literaria de la exageración no se compara a ninguna de las batallas que ha librado Alberto Ísola en sus 52 años de trayectoria artística. El director y actor llenó teatros cuando el país sangraba durante el conflicto armado interno, se enfrentó a la policía para hacerle frente a la propuesta del gobierno de Toledo de quitarle la exoneración del 18% a los espectáculos teatrales, se despidió  de esa conexión electrizante del teatro presencial por la pandemia del covid-19 y, cada día, lucha para que las artes escénicas sean parte de la vida de los peruanos, en un país que quiere acallarlas y no cuenta con suficientes facultades de arte a nivel nacional. Alberto considera sagrados sus domingos, aunque admita que en la carrera del artista no existen los días libres. Cuando la semana está a punto de terminar, lee, va al cine y abraza esos momentos de soledad, paz e...

La tierra blanca de los hombres del mar

Con escalas en un terminal de buses al lado de la ruta nacional PE-02, un paradero de carros colectivos en Paita Baja y la caleta de pescadores de La Islilla, un turista viaja casi dos horas, primero por carretera y luego por la estrecha trocha de las siete curvas, para observar de cerca las rocas con formas de animales de la Isla Foca, admirar sus más de 30 especies marinas y meter sus pies descalzos entre las pequeñas piedras del atractivo natural guanero. La isla, que en realidad es tierra de lobos marinos y no de focas, mantiene viva a la comunidad paiteña vecina y es un imán del turismo, como de bolicheras que depredan sus recursos. *** Un turista no puede llegar a la Isla Foca sin antes pisar La Islilla o, mejor dicho, sin antes haber conocido a don Justo Bancayán, un hombre originario de la caleta que pasó de ser pescador artesanal al dueño de una agencia turística que, hasta el último domingo de noviembre, llegó a 813 firmas de visitantes en lo que va del 2022. Eso lo pone fe...