El grito de un caprichoso bebé le ha quitado el protagonismo al viejo despertador de Mayra Pablo, una madre de 30 años, trabajadora informal y guerrera despiadada por sus hijos, cada madrugada se escuchan los fuertes quejidos que yacen de las barandas de una cuna de madera hasta penetrar los acostumbrados tímpanos de una madre que sabe que su día recién empieza. Son las 4 de la mañana, las formas dentro del dormitorio son casi indistinguibles por la abrumadora oscuridad, los fríos pies de Mayra se deslizan por la madera buscando sus zapatos viejos. Los encontró. Carga a su bebé, les da un vistazo a sus otros 2 hijos, camina unos breves pasos, ya pasó la sala, ahora la cocina. Se prepara un café, siente el frio escalando por sus vellos. Su hijo se calmó en sus brazos. Ya todos están dormidos. Mayra aprovecha el momento para cambiarse, agarra su cangurera, se persigna para llenarla de soles, y se encomienda al señor para que el terrible virus del que todos hablan no la atrape. Eso espera.
Después de un legado de creación artística bajo la firma de “Anónimo”, o, peor aún, la de un esposo, que servía como una suerte de “validación intelectual” ante un consumo del arte patriarcal, las mujeres están recuperando los espacios negados, tejiendo narrativas desde lo femenino y haciéndole justicia a ese grito de protesta de las Guerrilla Girls (New York, 1989), que cuestionaba la poca presencia femenina en el mundo del arte. ¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Met Museum? Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos, denunciaba el cartel que el grupo de mujeres con máscaras de gorila colocó hace 35 años frente al Museo Metropolitano de Nueva York. Los años pasaron y la consciencia que generó GG frente a la desigual industria artística se palpó en mentes, camisetas y murales; sin embargo, las salas de los museos siguen invadidas de hombres que narran la realidad desde su privi
Comentarios
Publicar un comentario